Dejar el tabaco es realmente duro por dos motivos: el alto poder adictivo de la nicotina y el componente social que implica encender un cigarrillo, pero desde luego, se puede conseguir.
La fuerza de voluntad es la clave para lograrlo y piensa que si eres capaz de eso, también podrás conseguir no engordar.
En primer lugar sé positiva: dejar de fumar no es un castigo, lo haces porque quieres y porque es bueno para ti. Ten visión de futuro, la ansiedad pasará y te sentirás genial porque tu estado general mejorará y tu autoestima subirá tras el "triunfo".
Numerosos estudios demuestran que la nicotina afecta al metabolismo acelerándolo y provocando un mayor consumo energético. De ahí la idea de que fumar adelgaza. Especialmente en la mujer, la preocupación por el peso y su aumento al dejar de fumar, puede frenar la decisión de abandonar el tabaco, de hecho, el 40% de las adolescentes, cree que fumar es una forma de controlar el peso.
Ciertamente, la nicotina disminuye el apetito y aumenta el gasto metabólico, haciendo que las personas fumadoras pesen unos 3 kilos menos de lo que sería su peso normal.
Cuando se deja de fumar existe una tendencia a recuperar alrededor de 2,5 kilos en los hombres y 3 kilos en las mujeres, sin embargo, la ganancia de peso tras abandonar el hábito es casi siempre moderada y transitoria, pudiendo llegar a ser casi imperceptible si se incrementa la actividad física y se cuida la alimentación aumentando el consumo de vegetales, fruta fresca y agua, que acelerará la eliminación de toxinas del organismo.
Recuerda que, en el aumento o disminución de peso intervienen numerosos factores: la alimentación, el tipo de vida más o menos sedentario y el propio metabolismo. Fumar influye pero en absoluto es la clave para que una persona sea delgada (muchos obesos fuman y pocas modelos de pasarela lo hacen).
Tal vez la nicotina sea la causa de que quemes algunas calorías de manera insana, entonces, por pura lógica, tu propósito debe ser eliminar esas mismas calorías pero por otras vías más saludables: una adecuada alimentación, un poco de ejercicio extra o una combinación de ambas.
Dejar de fumar no da hambre, lo que produce esa desagradable y a veces insoportable sensación es la ansiedad, la "necesidad" física o psíquica de encender un cigarrillo. Además, al suprimir el tabaco, la mucosa gástrica se repara, las digestiones se normalizan y se recuperan los sentidos del gusto y el olfato, lo que se traduce en un mayor disfrute de los alimentos que se consumen. Todo invita a caer en la tentación de aliviar ese "mono" comiendo algo. Tienes que tener la cabeza fría para entender que la comida no suple a la nicotina y que sólo el autocontrol conseguirá que pase el mal rato.
Aún así un buen plan alimenticio puede ayudarte y mucho. Las claves de ese plan deben ser:
Varios de los componentes del tabaco provocan la destrucción del retinol (vitamina A) y del ácido ascórbico (vitamina C), componentes fundamentales para el correcto funcionamiento del organismo. Su carencia es mucho más perjudicial para un fumador, ya que la vitamina A, entre otras cosas, favorece la protección de los pulmones, mientras que la vitamina C actúa de antioxidante, previniendo la aparición de sustancias cancerígenas. Alimentos como la zanahoria, el hígado, el brócoli o la espinaca son ricos en retinol, mientras que estos dos últimos, además de otros como el pimiento, y los cítricos en general, lo son en ácido ascórbico. Asegúrate de incluir estos alimentos en tu dieta tras dejar de fumar para llenar los depósitos de estas vitaminas.
Son dos aliados perfectos frente al tabaco. Haciendo ejercicio de forma moderada (según tu condición física) conseguirás por un lado quemar calorías extras y por otro olvidarte durante un buen rato del tabaco.
La actividad debe ser diaria y aumentar de manera progresiva. Un buen paseo por la mañana, una hora de aerobic, una vuelta en bicicleta, unos abdominales, un rato de natación… cualquier deporte que te guste servirá para eliminar toxinas y ansiedad (las calorías supuestamente quemadas por la nicotina desaparecerán así, de forma más saludable, ayudándote a mantener tu peso).
La actitud mental es también un componente importantísimo a la hora de dejar de fumar sin engordar. Algunos sencillos ejercicios de relajación como respirar profundamente ante un momento de ansiedad, escuchar música relajante o recurrir a técnicas de yoga, reiki o shiatsu pueden ser también de gran ayuda. Igualmente es aconsejable un cambio, en la medida de lo posible, de los hábitos relacionados con el tabaco, para evitar la asociación y que surja la necesidad de fumar.
Por último, recuerda que si aún así has ganado algún kilo, se trata de una situación transitoria y que volverás a tu peso pasados unos meses, cuando el tabaco sea historia. Si has conseguido dejar de fumar, perder uno o dos kilos no te costará nada.