La miel es uno de los alimentos más completos y nutritivos que nos ofrece la naturaleza, pero además, sus propiedades la convierten en aliada perfecta en cualquier tratamiento que persiga mejorar el aspecto de la piel. Utilizada desde la antigüedad como cosmético casi milagroso, sea cual sea tu tipo de piel, tienes sus beneficios al alcance de la mano.
Por sus propiedades emolientes, nutritivas, antisépticas e hidratantes, la miel era muy conocida y valorada por Cleopatra, que se aplicaba todos los días una fina capa sobre la piel para lucirla tersa y suave. En ocasiones también la mezclaba, a modo de mascarilla, con leche de burra y aceite de almendras.
Considerada auténtico "néctar de dioses" durante siglos, la miel es un maravilloso producto de la naturaleza no sólo beneficioso para la salud sino con múltiples propiedades que la hacen idónea para tratar problemas cutáneos como la sequedad y descamación, el exceso de grasa, el acné o la falta de luminosidad.
Su agradable textura, olor y color dorado (olvidemos su sabor para evitar "tentaciones") hacen que sea un magnífico ingrediente incluido en numerosos productos cosméticos que también resulta perfecto para elaborar mascarillas caseras de excelente resultado.
Las principales características que convierte este manjar en elixir de juventud son:
En combinación con otros alimentos como el huevo, el yogur y distintas frutas y cereales, la miel se convierte en la base perfecta para elaborar mascarillas capaces de mejorar en gran medida el aspecto de la piel. Hidratar, nutrir en profundidad, limpiar y exfoliar son algunas de las acciones que pueden conseguirse sin necesidad de gastar mucho dinero y utilizando productos a nuestro alcance.
Antes de aplicar cualquier mascarilla es importante recordar la necesidad de realizar una mínima prueba para confirmar que no somos alérgicas a ninguno de los ingredientes (extendiendo un poco de la misma en una pequeña parte del cuerpo o rostro).
A la hora de aplicarla, pueden utilizarse los propios de dedos o bien un algodón o disco desmaquillante (en el caso de mascarillas con alto contenido líquido). La cara debe estar perfectamente limpia y es recomendable realizar un baño de vapor, de unos minutos, previamente a la aplicación para facilitar la penetración de todos los ingredientes activos.
La mascarilla se extiende realizando movimientos circulares empezando por la frente y nariz, descendiendo a pómulos, mejillas y barbilla, y por último (y muy importante) acabando en el cuello. Para retirarla, lo más conveniente es hacerlo con suavidad y agua templada. Como norma general, las mascarillas a base de miel son recomendables cada 10-15 días.
Si tienes una piel normal y simplemente quieres aportarle hidratación y nutrición "extra" para proporcionarle suavidad y luminosidad puedes mezclar los siguientes ingredientes:
Mezcla bien ambos ingredientes y aplica la masa resultante por todo el rostro y el cuello (excepto la zona de los ojos).
Otra posibilidad es añadir esta base 2 cucharadas de yogur natural, que aportarán una mayor tersura a la piel.
Déjate puesta la mascarilla unos 15-20 minutos (aprovecha para disfrutar de unos momentos de relax, descansando o escuchando una música suave) y retírala con agua tibia.
Si tienes tendencia al cutis graso las mascarillas más adecuadas son las que limpian en profundidad y ayudan a prevenir la obstrucción de los poros y la aparición del temido acné. Los ingredientes adecuados para prepararlas son:
Al igual que en el caso anterior, debes fundir bien los ingredientes hasta que formen un masa compacta y aplicarla en la cara durante 5-10 minutos. En este caso también puedes añadir una cucharada de yogur.
Los cutis mixtos agradecerán esta mascarilla limpiadora con la que recuperarán toda su luminosidad. Los ingredientes que necesitas son:
Mezcla los ingredientes y extiende en el cutis. Deja actuar de 15 a 20 minutos y retira con discos de algodón empapados en agua con unas gotas de zumo de limón.
Si buscas una mascarilla limpiadora pero que tenga además propiedades exfoliantes para eliminar células muertas y proporcionar mayor luminosidad (recomendable al menos una vez al mes) puedes combinar:
Mezclando unas cucharadas de miel con la pulpa de alguna fruta como la naranja, el limón o incluso las fresas, o bien con determinados cereales como los copos de avena conseguirás también una excelente mascarilla exfoliante.
En estos casos la aplicación sólo dura unos minutos mientras se extiende realizando suaves movimientos circulares. Se retira con agua templada inmediatamente después.
¿Quieres una cara perfecta? Sólo necesitarás miel y yogur. Se trata de una mascarilla casera muy fácil de fabricar y muy dulce, recomendada por dermatólogos, con la que tu cara recuperará toda su belleza natural.
Añade un poco de miel a tres o cuatro cucharadas de yogur blanco natural y remueve hasta obtener una mezcla homogénea. Aplica en el rostro y deja actuar durante diez minutos, hasta que notes que la mascarilla se queda seca. Aclara en profundidad con agua y notarás la diferencia. Tu piel quedará limpia, estirada, desinfectada, nutrida y exfoliada.
Si lo que necesitas es hidratar el cutis en profundidad, combina:
Aplica una capa uniforme en cara y cuello, deja reposar 20 minutos y retira con agua tibia.
¿Buscas un efecto lifting? Lo conseguirás con:
Mezcla bien y aplica sobre el rostro limpio masajeando con suavidad. Deja que actúe unos 20 minutos y retira con un algodón humedecido en leche desnatada. El efecto es inmediato, notarás cómo la piel se estira.
En pieles secas que reclaman un plus de nutrición e hidratación, necesitas mezclar:
Obtenida una mezcla homogénea, aplica sobre cara, cuello y escote. Relájate y permite que actúe en la piel durante 15-20 minutos. Después, elimina con abundante agua tibia y seca cuidadosamente con una toalla limpia mediante ligeros toques. La piel seca habrá recuperado su luminosidad e hidratación.
Por último, para pieles muy secas y con presencia de pequeñas arrugas una mezcla "infalible" consiste en combinar:
Déjala actuar unos 20 minutos y verás los resultados.