Piña, mango, aguacate o papaya son algunas de las frutas tropicales que ya forman parte de nuestra alimentación, pero hay muchas más que merece la pena descubrir por su delicioso sabor y sus propiedades beneficiosas.
Mariola Báez Verdú 4m 31s
Conviven junto a las tradicionales y modestas naranjas o manzanas, pero sus formas y colores llaman la atención y despiertan curiosidad. Se trata de esas frutas que hasta hace no mucho tiempo resultaban absolutamente desconocidas y que poco a poco, especialmente con la llegada de población extranjera, se han ido introduciendo en nuestros supermercados. La mayoría tiene su origen en el centro y sur del continente americano aunque cada vez es más frecuente encontrar frutas como el kumquat o el lichi, procedentes de China o del sudeste asiático. Seguro que en nuestra lista hay alguna que no conoces ¡yque podrías animarte a probar!
Parece un tomate pero su intenso color naranja despista. Son los caquis, un manjar cuando se encuentran en su punto óptimo de maduración cuyo sabor recuerda a un albaricoque muy dulce. Es muy rico en fósforo y potasio, siendo recomendado para aliviar las digestiones pesadas. Aunque ya se producen en España (sur y Canarias) son originarios de Asia al igual que los curiosos kumquat, también llamados naranjitas chinas. Es el más exótico de los cítricos y contiene el doble de vitamina C que una naranja de las que llamaríamos normales. Tiene un sabor agridulce con un toque amargo y un aroma intenso y penetrante fácil de identificar. En la misma línea se encuentra la lima, mucho más conocida y utilizada en repostería y para crear deliciosos zumos y cócteles. En los últimos años han llegado a los mercados europeos frutos que resultan un verdadero regalo a la vista y al paladar. Es el caso de los lichis, de origen asiático pero que ya se cultivan en América e incluso en algunas zonas mediterráneas. Por fuera, su cáscara es dura, rugosa y rojiza y dentro esconden una pulpa de color blanquecino dulce, delicada y muy jugosa.
Otro ejemplo de naturaleza caprichosa son las carambolas, una fruta que tal vez hayas visto como parte de la decoración de algún plato exquisito. Su forma es alargada (tipo pimiento) y crea cinco aristas, lo que hace que al cortarla de manera transversal se consiga una simpática forma de estrella (¡y sin molde alguno!). Se come con piel y posee una textura entre jugosa y crujiente con un sabor más o menos agridulce. Otro de sus atractivos es su rico contenido en potasio y su mínimo valor calórico.
Si hablamos de las frutas más llamativas y extrañas ya a nuestro alcance, no podemos olvidar la vistosa pitaya, cada vez más fácil de encontrar. Las hay de dos clases y en ambos casos son un espectáculo para la vista y el paladar. Su cáscara es muy dura y al partirla sorprende su interior carnoso (blanquecino o rojizo) salpicado de diminutas pepitas (que pueden comerse y funcionan como un excelente laxante natural).
También el maracuyá, conocido como fruta de la pasión, forma ya parte de los estantes de numerosos supermercados. Por fuera es discreto, con cáscara marrón-rojiza, pero guarda una verdadera delicia en forma de pulpa gelatinosa con semillas (no se comen). Apreciado para elaboración de cócteles, batidos y dulces, al natural es fuente de vitaminas A, B y C y de minerales básicos para una correcta alimentación.
Muchas de estas frutas son aún poco conocidas pero hay que tener en cuenta que lo mismo ocurrió con otras que ya forman parten de nuestra alimentación y de nuestra cesta de la compra. La granada, indispensable en cualquier ensalada navideña que se precie y excelente en zumos o batidos; el kiwi, muy apreciado por su contenido en fibra, vitaminas y minerales, los exóticos cocos o la chirimoya, totalmente adaptada a nuestro entorno pero procedente de Latinoamérica.
Pudiendo disfrutar de todas ellas ¿quién ha dicho que comer fruta es aburrido?
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