¿A quién no le gustan unas buenas patatas fritas? Su origen es indiscutiblemente americano, pero pronto se extendieron por todo el mundo y hoy en día las encontramos en miles de versiones diferentes, aunque no todas tan populares como las french fries que triunfan en los establecimientos de comida rápida.
Son debilidad de grandes y pequeños y aunque parezca fácil, preparar unas patatas fritas caseras perfectas no es una tarea tan sencilla. Que queden poco crujientes, blandas o aceitosas, son algunos de los posibles problemas que podemos encontrar tras su cocinado.
Toma nota de las claves para conseguir unas patatas fritas perfectas, a prueba del mejor chef:
Las patatas nuevas son las mejores para freír. En la bolsa suele venir indicado el uso aconsejado de cada tipo de patata.
Para eliminar algo de almidón, reducir la formación de acrilamidas y evitar que absorban tanta grasa, corta las patatas en bastoncitos no muy finos que deberás lavar un par de minutos en agua caliente y secar antes de freír. Este paso es muy importante, pues cuanto más compactas y secas estén las patatas, más crujientes quedarán. Además, así evitarás que se peguen entre ellas.
Es importante cortar las patatas más o menos del mismo tamaño (no deben ser muy gruesas) para conseguir una fritura homogénea. De lo contrario, algunas pueden quemarse mientras otras estarán crudas.
En caso de elegir patatas congeladas, no las descongeles nunca. Elimina el exceso de hielo antes de echarlas a la freidora. En cada tanda de fritura, llena la freidora aproximadamente hasta dos tercios de su capacidad máxima. Recuerda que el aceite de la sartén o la freidora debe ser abundante, de manera que cubra todas las patatas por completo. 10 trucos de cocina de Karlos Arguiñano
Un tono ligeramente dorado es el más adecuado para las patatas fritas. Los alimentos quemados (especialmente las patatas), tienen más acrilamidas y no saben bien. Una vez fritas, escúrrelas sobre papel absorbente. Sacude la cesta para eliminar el exceso de aceite y sácala de la freidora hasta que se enfríe el aceite, antes de volver a introducirla. Así evitas que se quemen los restos.
Después de doce usos o cada tres meses, debes cambiar el aceite. Es una frecuencia suficiente si se hace un uso moderado de la freidora. No obstante, si el aceite presenta espuma oscura o mal olor, cámbialo antes.
Algunos alimentos como las empanadillas o los nuggets suelen dejar residuos quemados en el aceite, y en ese caso conviene filtrarlo antes de utilizarlo de nuevo.
Además, siempre que sea posible, elige un buen aceite de oliva, mucho mejor si es virgen extra, pero el que se elija, que no tenga un sabor muy intenso que pueda restárselo a las patatas.
Su alto contenido en sal, grasas y carbohidratos son el principal responsable de que seamos adictos a las patatas fritas. Esto aseguran numerosos estudios realizados en diversas universidades de medio mundo, y todos sin excepción, han llegado a la misma conclusión: suben los niveles de dopamina cuando las ingerimos, quizás también por la textura crujiente que siempre buscan sus fabricantes o los mismos cocineros.
Al parecer, las patatas fritas son capaces de estimular determinadas áreas cerebrales relacionadas con el placer y la adicción, convirtiéndose en uno de los snacks o acompañamientos perfectos a cualquier otro plato.