En los últimos años se está haciendo especial hincapié en el consumo de productos de temporada ya que no sólo supone grandes beneficios para nuestra salud y nuestro bolsillo, sino porque siempre redundará en una mejora del medioambiente y sobre todo, porque disfrutaremos con más intensidad de todos los sabores y matices que nos ofrecen estos alimentos.
Sin embargo, parece que los productos de temporada se reducen a las frutas, verduras y hortalizas, y no es así. Los pescados y mariscos, al igual que las carnes y los productos de la tierra, tienen un ciclo biológico y es precisamente por eso por lo que cada especie tiene unos meses al año en los que su consumo es especialmente recomendable. Hablamos del momento óptimo porque es precisamente durante su temporada cuando mejora su aporte nutricional, debido especialmente a la abundancia y calidad de su carne. Además, de esta manera se respetan sus ciclos reproductivos y por tanto su consumo es mucho más respetuoso con el medioambiente.
Aunque son uno de los platos más consumidos durante el verano, los calamares están especialmente ricos a partir de septiembre, que es cuando empieza su temporada. Son una gran fuente de proteínas y contienen vitaminas A, B12, C, E y ácido fólico, además de hierro, potasio, cinc, fósforo, manganeso, magnesio, yodo y cloro. Y como todos sabemos, a la romana son un auténtico manjar. Te recomendamos probarlos como los preparan en el restaurante Fishgon, con tempura oriental y una mayonesa de ajo negro. ¡Buenísimos! Ten en cuenta que los calamares absorben mucha sal mientras se cuecen a riesgo de que queden sabrosos en exceso, por ello lo ideal es salarlos cuando la cocción está casi terminada.
Por su parte, las gambas y langostinos podemos encontrarlos frescos todo el año, pero viven su temporada alta desde principios de agosto hasta finales de octubre. Se distinguen por su baja concentración de lípidos, por su poder saciante y por su aporte de vitaminas B12, B3 y zinc, así que son ideales para reducir esos kilitos de más tras el verano.