El abanico puede convertirse en tu complemento más sensual. No solo para un evento especial sino en tus estilismos de diario. Además, de la vistosidad que tiene este objeto, su funcionalidad en cualquier momento de nervios constituye un aliado perfecto cuando no sabes qué hacer con las manos.
La historia del abanico se remonta hasta Egipto, así lo demuestran numerosos escritos y pinturas artísticas. Los egipcios utilizaban los abanicos para airearse y también para espantar insectos. Se trataban de grandes abanicos semicirculares, con largas plumas y mangos largos. De la misma manera los utilizaban en la Grecia clásica, así como en la antigua Roma. Los esclavos romanos utilizaban los abanicos para proteger del calor y de las moscas a sus señores.
La tradición del uso del abanico en China es milenaria. Sin embargo, en España también se empieza a hablar de los abanicos en el siglo XIV. En los siglos XVII y XVIII el abanico plegable alcanza una gran difusión, sobre todo en Francia, Italia, España e Inglaterra. En este momento se convirtió en un instrumento de distinción, elegancia y coquetería femenina. Es más, según Isabel I de Inglaterra, era el único regalo que podía aceptar una reina.
El lenguaje del abanico como instrumento de comunicación surgió, en gran parte, durante la época victoriana. Las jóvenes casaderas tenían prohibido hablar en privado con los hombres que se cruzaban en fiestas y bailes. Con el objetivo de poner fin al control de sus madres, tías o hermanas mayores, las jóvenes desarrollaron un lenguaje con los abanicos. Este objeto se convirtió en pieza clave en las relaciones personales.
El lenguaje del abanico se enriqueció de gestos y fue de gran utilidad para las mujeres de la época. Se trata de un lenguaje sensual y misterioso, un arte que ha llegado hasta nuestros días y que está cargado de significados: