
Dejando a un lado los días libres y la llegada de la primavera, lo mejor que nos trae la Semana Santa son, sin duda, las torrijas. Son el plato estrella de estas fechas gracias a la aparente facilidad de su elaboración, la sencillez de sus ingredientes y sobre todo a lo increíblemente ricas que están. ¿Quién es capaz de resistirse a esa masa dulce, suave e intensa a la vez, que se deshace en la boca dejando un auténtico sabor de la tradición, de la casa de los abuelos o las vacaciones del colegio? Sabores tan evocadores como la canela, el azúcar y la leche activan la memoria de tal forma, que nos reconfortan al instante. No sabemos si ese será precisamente el secreto de un plato que es tan aparentemente sencillo y que a la vez es tan complicado que quede perfecto.
Buñuelos bajos en calorías para una Semana Santa sin kilos de más
Las torrijas tienen fama de ser un plato de aprovechamiento, que en sus orígenes se preparaba con el pan duro que quedaba en las casas, pero hace mucho tiempo que las cosas han cambiado. Actualmente casi todo el mundo prepara las torrijas con un pan creado para tal fin, porque quedan muchísimo más cremosas, no se rompen tanto y están mucho más buenas. Y es que, dado que la torrija lleva un cierto manipulado, hay que cortarla, empaparla, rebozarla, freírla… debe elaborarse con un pan de cierta consistencia para que la rebanada quede entera al terminar todos los pasos.