
Incipientes arruguitas, falta de luminosidad, manchas, poros abiertos… tu piel está pidiendo a gritos limpiar la piel en profundidad, aumentar su permeabilidad y estimular la renovación celular con peelings que descubran tu nueva piel.
Para muchas mujeres, después del verano siempre surge el mismo dilema: ¿Me hago uno? El peeling es un procedimiento que nos promete una renovación total de la dermis, eliminando así las antiestéticas manchas e imperfecciones varias de nuestro rostro. Pero cuando se trata de aplicar sustancias químicas en la piel, la cosa se pone seria. ¿No será demasiado agresivo? ¿Merecerá la pena?
El peeling es un tratamiento dermatológico que consiste en eliminar la capa superior de la epidermis acabando así con las células muertas y favoreciendo la renovación desde las capas dérmicas. De esta forma la piel recupera su color de forma uniforme y recobra su hidratación natural. Esta técnica sirve también para tratar el acné y combatir la aparición de grasa. Es imprescindible si quieres lucir una piel sana, tersa, muy luminosa y libre de imperfecciones, así como para incrementar la eficacia de tus productos de belleza facial habituales.
Se trata de una exfoliación a lo bestia, una técnica a la que cada día se someten más personas porque unifica, hidrata y elimina los desperfectos de nuestra cara, permitiendo una regeneración del colágeno que nos hará recuperar aquella piel de bebé que una vez tuvimos. Los resultados son impresionantes.
Podrás presumir de cara lavada, aunque no olvides que el maquillaje a partir de ahora te quedará mejor que nunca. Eso sí, recuerda que después de estos tratamientos deberás siempre utilizar protección solar en todo momento.
Para renovar la piel hay que eliminar sus primeras capas superficialmente; es decir, descamar hasta eliminar manchas de sol, marcas de acné o pequeñas arrugas.
Se trata de un proceso ambulatorio que consiste en aplicar sustancias químicas (ácido glicólico, salicílico, resorcina, mandélico, tricloracético, fenol, etc) para eliminar los defectos de la piel. Existen 3 niveles de aplicación diferenciados según los ácidos y sustancias empleadas: peeling superficial, peeling medio y peeling profundo.
Será siempre el profesional de la clínica estética el encargado de diagnosticar nuestro caso y quien decida a qué tipo de peeling debemos someternos.
Para estos casos de corrección de arrugas muy finas, acné moderado, fotoenvejecimiento, estrés cutáneo o manchas, se suele optar por un peeling superficial, que producirá una renovación epidérmica y un aumento de colágeno que estimulará nuestra dermis. Es rápido y muy cómodo, no tendrás más molestias que unas pequeñas rojeces en el rostro que desaparecerán a las pocas horas de la intervención.
Cada dos semanas, una vez recuperada la piel, hay que darse otras sesiones hasta dar con el resultado perfecto. Durante el tiempo que dura el proceso puedes continuar perfectamente trabajando y con tu vida social, sin miedo a parecer un payaso.
El peeling medio servirá también, además de para corregir queratosis, para disimular secuelas más evidentes del acné y arrugas más profundas. Se suele realizar en una sola sesión, o en cuatro, dependiendo de la patología a tratar y del ácido que se va a usar.
Es más profundo, ya que se produce una eliminación de la epidermis que afecta a la dermis reticular, por ello la piel quedará enrojecida durante cinco días aproximadamente.
Verás igualmente cómo se van desprendiendo pequeñas pieles de nuestro rostro, aunque una vez pasados estos días de rigor la piel se mostrará uniforme, más elástica y luminosa. Como el peeling superficial, no se necesita anestesia.
Para los casos más patológicos; como arrugas muy profundas, pieles muy envejecidas con manchas importantes y cicatrices serias producidas por el acné, el volumen de ácido aumenta, así como su tiempo de exposición en nuestra piel. Hablaremos entonces de un peeling profundo.
El objetivo es alcanzar las capas más profundas. Por ello sí que necesitarás anestesia para la intervención y posteriormente la aplicación de un vendaje en el rostro durante un par de días (hay casos en los que hay que aplicar ácidos más fuertes que producirán unas costras marrón oscuro que tardarán unos 15 días en caerse).
Después, la piel quedará enrojecida durante unas semanas más, pero los resultados suelen impresionar.
Este tratamiento renueva las capas cutáneas, disminuyendo las líneas de expresión y mejorando el aspecto de los poros obstruidos y los dilatados. Además, disminuye la secreción de grasa dejando una piel tersa, luminosa y sin brillos.
La mejoría de la piel se nota en un plazo variable entre 1 o 2 días tras los peelings más suaves, hasta más de 1 mes con los más intensos. El enrojecimiento cutáneo con los peelings profundos puede durar en ocasiones hasta 6 meses.