El agua está presente en un 60% de nuestro cuerpo, ¿pero cómo afecta ésta a nuestra piel? El verano es la época del año en la que mayor contacto tenemos con el agua en sus distintas variedades (agua de mar, de piscina y dulce). ¿Es necesaria alguna precaución? ¿Qué factores debemos tener en cuenta para cuidar adecuadamente nuestra piel? Los dermatólogos Ana Giménez Arnau y Miquel Ribera nos ofrecen los mejores consejos a tener en cuenta para que la piel no sufra los estragos del agua:
“Debido a que en ocasiones tomamos más de una ducha diaria, es indispensable emplear un gel de ducha que contenga tensioactivos suaves para no resecar la capa más superficial de la piel, la capa córnea. Mantener la piel mucho rato en contacto con el agua, sobre todo si estamos usando agentes detergentes, puede resecar la piel, por eso es especialmente importante aplicar cremas hidratantes al menos una vez al día, preferiblemente después de la ducha”, explica el doctor Ribera.
También es esencial secar bien la piel tras la ducha para evitar la humedad, prestando especial atención a pliegues ya que son lugares donde se mantendría una humedad excesiva.
Todas las pieles están preparadas para realizar una buena función de barrera, pero algunos tipos de agua pueden ser más beneficiosos que otros y contribuir a la salud de la piel:
• Agua de mar: está considerada como más beneficiosa ya que por su contenido en sales puede ayudar a combatir algunos problemas de la piel. Es importante retirar el exceso de sal con agua dulce y secarse bien.
• Agua de piscina: si tiene la cantidad justa de desinfectante no debería afectar a la piel. No obstante, por lo general reseca más y puede provocar picores.
• Agua dulce: puede ser más o menos dura pero es la más adecuada para la higiene de la piel aunque es recomendable que el tiempo de la ducha no supere los 5 minutos y que el agua no esté demasiado caliente para evitar la sequedad y la flacidez.
Ayudar a nuestra piel a recuperar su hidratación es un factor fundamental que debemos tener en cuenta cada día, especialmente durante y después de la ducha para ayudar a la piel a recuperarse y evitar la aparición de piel seca. Por eso es importante utilizar un gel de ducha que contenga tensioactivos suaves y agentes hidratantes y nutritivos para evitar así los inconvenientes de aquellos agentes limpiadores más agresivos, que pueden eliminar la grasa natural, desnaturalizar las proteínas de la piel y resecarla. Son ideales los jabones ricos en sustancias emolientes como la avena, la urea o los ácidos lácticos, que respetan el pH de la piel.
Después de cada ducha, es imprescindible emplear una loción hidratante mediante un suave masaje hasta su completa absorción. Sólo así sentirás tu piel suave y cuidada.
Evita abusar de los exfoliantes, pueden irritar y resecar la piel.